
Vivimos en un mundo digitalizado en el que la privacidad o la propia intimidad son difíciles de proteger. Ni contraseñas ni claves ni rechazar cookies bastan para escapar de intrusiones a la intimidad y disfrutar del derecho a protegerla que todos tenemos. Para proteger la intimidad es decisivo que el primero en protegerla sea uno mismo. ¿Cómo? No exponiéndola a desconsideraciones, menosprecios, desaires o desdeños, que tanto duelen a la persona y muchas veces le perjudican. Es decir, sabiendo elegir de manera libre y serena a quien hago partícipe de mi intimidad, de mi mundo interior, de mis cosas.

El mundo interior del ser humano sobrepasa con creces la mera apariencia externa; es un mundo rico que alberga emociones, sentimientos, pensamientos, recuerdos, intenciones, afanes profundos del alma y también limitaciones personales que pueden impedirnos crecer. Se trata de un espacio interior-íntimo que gobierna nuestras acciones, es decir, que lleva el timón de la propia vida. Pero es un espacio que a veces nos plantea asuntos que no sabemos resolver y eso nos pesa incluso hasta agobiarnos. Es entonces cuando surge la necesidad imperiosa de contarlo confiadamente a alguien, es decir, compartirlo para aliviar esa carga interior, poder reflexionar y decidir bien.

¿Qué significa compartirlo? Significa revelar o sacar a la luz una parte profunda y arraigada de uno mismo; por así decir, es donar una parte de sí mismo a otro que puede ser tanto del ámbito familiar o de los amigos como del entorno escolar o universitario (por ejemplo, un profesor, un mentor) o del espacio laboral. Lo importante es que sea alguien que te inspire confianza por su saber y por su modo de actuar. ¿Cómo descubrir a ese alguien? Con prudencia, calma y reflexión. Estando receptiva a lo que se ve de él —lo que hace— más que a lo que dice (los argumentos). En todo caso, en esa búsqueda de ese alguien añado algo que me parece muy relevante y que ha escrito Juan Luis Lorda: que ese alguien, además, «te quiera bien». La intimidad es un valor humano que conviene defender, cuidar, respetar y compartir apropiadamente.
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