Ayudarnos unos a otros

Este post lo escribo a partir de un encuentro casual —en la calle— con una amiga mía a la que hacía tiempo que no veía. Digo casual porque no habíamos quedado, fue del todo un encuentro inesperado, fortuito. Tras saludarnos y preguntarnos mutuamente cómo estábamos, ella pasó a contarme su nueva situación: sus padres, ya ancianos, habían sufrido un accidente hacía unos meses y había que atenderles y ayudarles en todo, lo básico y lo no básico. En este sentido la vida de mi amiga había cambiado no poco. Me contó cómo ella se había organizado para poder cuidar a sus padres mayores, accidentados, con grandes limitaciones de movilidad, inseguridades y miedos. En su caso —afirmó— se trataba de añadir una nueva tarea —no fácil, pero sí aceptada— en sus quehaceres diarios que no son pocos. Según iba contándome, me repitió varias veces «hemos de ayudarnos unos a otros». Me impresionó y me dio mucho que pensar la fuerza y el cariño con que pronunciaba una y otra vez esas palabras «hemos de ayudarnos unos a otros». Ni la queja ni el lamento ni la amargura ni el victimismo se asomaron en ningún momento a su cara. Escucharla fue para mí una muestra —¡palpable!— de que cuidar al otro es una tarea de amor portadora de felicidad.

Ayudarnos unos a otros (parientes, amigos, colegas profesionales, vecinos, conocidos, etc.) es tarea de todos. Cabe en todos y cada uno de los ámbitos en los que nos movemos o vivimos, no solo en la familia. Ayudar al otro significa cuidarle, que quiere decir dedicarle tiempo. Dicho más explícitamente, es regalar acompañamiento, cercanía, comprensión; es hacerse cargo de la situación y de las necesidades del otro y cubrirlas en la medida que uno pueda. Cuidar al otro es también decirle «no te rindas, no estás solo, tú importas». Y decírselo no solo con palabras, sino también con obras y con presencia.

Como escribe el ensayista Juan Meseguer, en una época en la que uno de los valores en alza es la autonomía personal, vale la pena dedicar un tiempo amplio a pensar cómo fomentar en los hogares y en las aulas la preocupación por los demás. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros; las cosas salen entre todos. Lo que quiero decir es que ir en solitario hace las cosas más difíciles, y mucho más difíciles cuando a esa situación de soledad se le suman las carencias y las limitaciones humanas personales que conlleva de ordinario la enfermedad, una edad avanzada o la ancianidad, o bien cualquier otro tipo de dificultad o situación que genere sufrimiento a la persona. Se trata de ser bálsamo —que significa ser consuelo o alivio— para los demás. Ayudarnos unos a otros por amor nos hace mejores personas y más felices.

Fotos: Unsplash

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